domingo, 27 de abril de 2008

El Acoso en el Trabajo

El acoso es una palabra nueva en nuestra cultura árabe y conservadora, y podemos calificar como acoso, todos los actos y hechos y dichos que atacan al pudor y a la timidez de la mujer, con el objetivo de obtener un interés sexual contra su voluntad;

Es decir, todo comportamiento que tiene relación con el sexo es acoso, si se hace o se produce sin consentimiento de la otra parte, ya sea pedir directamente hacer el sexo, hablar del sexo delante la persona apuntada, tocarla o insinuarlo comunicando el deseo de manera indirecta.

Este fenómeno es muy antiguo desde que la mujer empezó a trabajar en la casa como criada y después, apareció el mismo fenómeno en el lugar del trabajo, ya sea fábrica o empresa o administración, donde haya un jefe que en la mayoría de los casos es hombre y una asalariada que es una mujer.

La idea que permanece en las mentalidades enfermas de los machistas, era que la mujer era una cosa que servía solo para una función ’’útil sexual’’, no podían nunca verla como un cerebro capaz de trabajar y crear, ni aceptaban el hecho de que fuera su competidor en la competencia y la producción y en ocupar puestos importantes; más que eso algunos pretendían que el trabajo de la mujer constituía la principal causa del paro.

Una cosa es segura, además de la desaparición de los valores morales, el silencio de la mujer hacia el acoso sea por vergüenza, o por temor por su reputación o por miedo de perder su único recurso, ha contribuido a la amplificación de este fenómeno, y ha animado los jefes malvados a cometer más acosos cada vez que encuentran una ocasión de hacerlo, porque tienen la certeza de que sus actos no serán declarados o perseguidos, y eso es un verdadero problema, ¿qué elegir? ¿Salvar su reputación o su sueldo, o bien salvar su dignidad y la de otras mujer a cualquier precio? La respuesta necesita mucha valentía y una gran voluntad de acabar con este problema y superar los complejos focalizados en nuestra cultura, que en vez de tratar la mujer como víctima, la consideran como cómplice en el crimen, y para lograrlo, hay que romper el silencio y perturbar la quietud del jefe que abusa de la debilidad y de los complejos de la mujer.

Desgraciadamente, esta criatura tiene que defenderse sola, si quiere salvar miles de hogares conyugales, porque no hay leyes que la protejan de la violencia jerárquica, como debe ser, y si hay, no se aplican adecuadamente, ¿hemos oído alguna vez hablar de un jefe que esté encarcelado por acoso ?

Que haremos de una ley minusválida que impone a la mujer víctima del acoso el cargo de argumentar el hecho con pruebas, como si su jefe antes de acosarla invitaría todo el grupo para asistir a su acto criminal, ¡qué ironía! ¿Esa ley no sabe a lo mejor que el acto siempre pasa en la oscuridad y no hay porque exigir pruebas? La pobre, después de darle la vida difícil, quieren que acabe en un manicomio.

Bueno hay algo que insisto en añadir aunque va a producir reacciones femeninas contrarias, se trata de la apariencia de la mujer en las sociedades conservadoras, es decir la ropa que lleva en su lugar de trabajo, y que exige un mínimo de seriedad, de conveniencia y de decencia, ella no puede ir al trabajo como cuando va a una discoteca y después se queja del acoso de su jefe, lo siento, así perdería el apoyo de la sociedad y confirmaría su acusación de que su apariencia provoco a su jefe, y ese último y así se convertiría en una victima del uso de la libertad femenina.

Hounaida Abrini C1

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